19.11.12

"Los cien mil Amigos de la Biblia"




Dios está en mí y en mi contexto, Dios está interesado en mí y es un Dios que, en las palabras de san Juan, es tangible, un Dios con quien se puede dialogar. Dios no es un Dios abstracto que vive en el cielo, fuera de mi historia, más allá de mi vida y que tal vez puedo llegar a él solo cuando rezo o cuando hago buenas o virtuosas obras. Dios es real. Dios es experiencial. Dios es tangible. Esto me ha dado esperanza y alegría --es mi perspectiva de que Dios me ama. Y comparto este amor y transmito ese amor a los demás.


PAKISTÁN: SABOREAR LA BIBLIA DESDE PEQUEÑO

ZENIT.org
Entrevista con el padre Emmanuel Asi, hijo de catequista en el país musulmán
LAHORE, domingo 18 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Mark Riedemann para “Dios llora en la Tierra”, en colaboración con la fundación pontificia internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada, entrevistó al padre Emmanuel Asi, secretario ejecutivo de la Comisión Católica Bíblica en Lahore, Pakistán. El padre Asi es un erudito bíblico que por más de veinte años ha enseñado teología a la gente común, y esto en un país donde los cristianos constituyen no más del 2% de la población.

Los cristianos en Pakistán son alrededor del 2% de la población; ¿viene usted de una familia católica tradicional?
--Padre Asi: Mi padre, cuando era un niño de doce años, se convirtió al cristianismo por obra de un misionero capuchino de Bélgica. Cuando se convirtió, él era analfabeto sin instrucción. Tuvo que aprender a leer y a escribir y aprendió de memoria toda la Escritura. Más tarde se convirtió en líder espiritual de la comunidad, con 18 familias en un pueblo grande, donde la mayoría son musulmanes. Mi padre era sastre de profesión. Se sentaba en el suelo en nuestro sencillo pueblo para hacer su trabajo de sastre y la gente venía --incluso venían los musulmanes--, y todos nos sentábamos a su lado para leer la Palabra de Dios. Todo el pueblo y las aldeas cercanas lo llamaban una persona santa --en nuestro idioma un Sadhu--, y venían hasta él para ser bendecidos. Los musulmanes también venían donde él por las bendiciones. Y para las decisiones importantes acudían a él y, a veces actuaba como un reconciliador, incluso para los pueblos vecinos. Por lo tanto, esa es la historia familiar de donde yo provengo.

¿Así que su profundo amor por la Escritura viene de su padre?
--Padre Asi: Sí, heredé esto de mis padres, de mi padre. Desde una edad temprana y por la noche antes de ir a la cama, ya que no teníamos electricidad en nuestro pueblo, él nos contaba historias bíblicas, relatos y episodios. Así que sabíamos todo desde muy jóvenes. Seis días trabajaba y el domingo predicaba la Palabra de Dios. Los domingos nos llevaba: a mi madre, a mis hermanos y hermanas, a los pueblos vecinos. Donde íbamos, se representaban dramas bíblicos, se cantaban canciones y se predicaba. Las oraciones de la mañana y de la noche se rezaban no solo en nuestra familia, sino que mi padre reunía a toda la comunidad cristiana y orábamos.

¿Cuál fue la reacción de los musulmanes?
--Padre Asi: Los musulmanes también respetan la Palabra de Dios y hablan abiertamente sobre la religión. Los únicos enfrentamientos con los musulmanes se producen cuando se habla en contra de su religión o de unos pocos dogmas doctrinales; en verdades como la Trinidad y sobre Jesús como hijo de Dios.

Creo que solo el 40% de la población sabe leer en Pakistán. Así que el analfabetismo es un problema enorme, ¿cómo superan este reto en su enseñanza?
--Padre Asi: Cuando se trata de la Palabra de Dios o de hablar acerca de la fe, esto nunca ha sido un problema. Nuestro medio de instrucción es en dos idiomas, aunque nuestra lengua materna es el punyabí, se utilizan los idiomas nacionales que son el inglés y el urdu, así que estar alfabetizado o no, nunca ha sido un problema. La gente está atenta, atraída e inspirada, por lo que nunca se cansan. El predicador o el organizador puede cansarse debido a la escasez de tiempo, pero las personas nunca se cansan de escuchar la Palabra de Dios.

A menudo la teología puede ser muy profunda. ¿Cómo se puede simplificar la teología para el hombre común y corriente?
--Padre Asi: En la teología tradicional, que es la teología dominante en la Iglesia, los puntos de partida son: Dios, Filosofía, Lógica, o Teología o algún dogma o verdad. En la teología contextual, el punto de partida es la realidad de la vida. Por eso, cuando se habla de realidades de la vida y de Dios en ella, toda la teología se vuelve diferente. No somos nosotros los que estamos haciendo teología contextual; Dios fue el primero en hacer teología contextual. En el primer libro de la Biblia, el Génesis, Dios quiso que la persona humana fuera Imago Dei, imagen de Dios, y participara de la divinidad. En el Éxodo capítulo 3, en el pasaje previo al de la zarza ardiente, Dios decidió bajar a la tierra porque vio la pobreza, la explotación, la opresión de las personas, la tortura, la esclavitud, y quería entregar, redimir y liberar.
Así, es Dios quien está haciendo teología contextual; un Dios que no quiere quedarse fuera de la historia, por encima de la historia, sino un Dios en su contexto, en la historia y en la vida diaria.

Así que usted empieza desde la vida cotidiana de ese individuo en particular, aquella madre, el marido…
--Padre Asi: Sí... y de hecho, la teología se hace fascinante, más atractiva y no es algo abstracto y doctrinal, sino que tiene algo que ver con tu vida, algo que hacer en la realidad. Por lo tanto, es Dios en su contexto y la persona humana en su contexto.

¿Cuál es la mayor satisfacción en su trabajo?
--Padre Asi: El primer nivel de satisfacción es mi propio e interior conocimiento personal, de que para mí, Dios es diferente: Dios está en mí y en mi contexto, Dios está interesado en mí y es un Dios que, en las palabras de san Juan, es tangible, un Dios con quien se puede dialogar. Dios no es un Dios abstracto que vive en el cielo, fuera de mi historia, más allá de mi vida y que tal vez puedo llegar a él solo cuando rezo o cuando hago buenas o virtuosas obras. Dios es real. Dios es experiencial. Dios es tangible. Esto me ha dado esperanza y alegría --es mi perspectiva de que Dios me ama. Y comparto este amor y transmito ese amor a los demás. El segundo nivel de satisfacción es cuando la gente escucha y responde: "Nosotros entendemos". Y no me refiero a nivel académico, sino desde el corazón. Gente sencilla que empieza a hablar, empieza a reflexionar y comienza a verbalizar sus propias reflexiones acerca de Dios. Esta ha sido uno de mis grandes satisfacciones.

Usted tiene algunos proyectos nuevos que están en desarrollo. Uno es los cien mil Amigos de la Biblia. ¿Puede explicarnos qué es esto?
--Padre Asi: El papa Benedicto XVI en su documento Verbum Domini, enfatizó la centralidad de la Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia y en cada actividad de la Iglesia. Hay siete puntos en el programa. En primer lugar, se tiene que poseer una Biblia. En segundo lugar, hay que leerla todos los días. En tercer lugar, leerla continuamente, a partir de donde lo dejó. No es abrir la Biblia al azar y comenzar a leer, sino se empieza desde el principio y se lee regularmente hacia delante; así, en dos o tres años si usted la lee unos diez minutos al día, habrá leído toda la Biblia. No se estará estudiando la Biblia, sino leyéndola. El cuarto punto es, de vez en cuando, compartir lo que se encuentra como inspirador e interesante con la familia y los amigos. El quinto punto es dar una Biblia como regalo en el plazo de dos a tres años. Y lo segundo en el último punto es quizás en un año decir a cinco o siete amigos que hagan lo mismo y se unan a estos cien mil Amigos de la Biblia. Y finalmente, alabar y dar gracias a Dios porque te has convertido en alguien que se ha unido a cien mil Amigos de la Biblia. Esto tendrá muchas consecuencias buenas y positivas. Ya hemos impreso setenta mil biblias en urdu. Es un milagro de la Palabra de Dios.

No puedo dejar de pensar que usted está caminando tras los pasos de su padre
--Padre Asi: Muchas gracias y le agradezco haberme dado esta oportunidad, como dije al principio, de hablar de la Iglesia en Pakistán y de la Palabra de Dios en Pakistán. Estoy muy agradecido.
Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para el programa "Dios llora en la Tierra", un programa semanal de radio y televisión producido por Catholic Radio y Television Network en colaboración con la fundación católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Traducido del inglés por José Antonio Varela V.



"Mendigos del sentido de la existencia"



Bartimeo y los “mendigos del sentido de la existencia”


«Hasta ahora me he equivocado
en la esperanza de encontrar a Dios,
pero puesto que tú me iluminas, oh Señor,
encuentro a Dios por medio de ti,
y recibo al Padre de ti,
me hago tu coheredero,
porque no te has avergonzado
de tenerme por hermano.
Cancelemos, pues,
cancelemos el olvido de la verdad, la ignorancia;
y removiendo las tinieblas
que nos impiden la vista como niebla en los ojos,
contemplemos al verdadero Dios;
ya que una luz del cielo brilló sobre nosotros
sepultados en las tinieblas
y prisioneros de la sombra de muerte,
una luz más pura que el sol,
más dulce que la vida de aquí abajo» Amén
(Oración de san Clemente de Alejandría)


SANTA MISA PARA LA CLAUSURA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Basílica Vaticana
Domingo 28 de octubre de 2012
vatican.va

Venerables hermanos,
ilustres señores y señoras,
queridos hermanos y hermanas
El milagro de la curación del ciego Bartimeo ocupa un lugar relevante en la estructura del Evangelio de Marcos. En efecto, está colocado al final de la sección llamada «viaje a Jerusalén», es decir, la última peregrinación de Jesús a la Ciudad Santa para la Pascua, en donde él sabe que lo espera la pasión, la muerte y la resurrección. Para subir a Jerusalén, desde el valle del Jordán, Jesús pasó por Jericó, y el encuentro con Bartimeo tuvo lugar a las afueras de la ciudad, mientras Jesús, como anota el evangelista, salía «de Jericó con sus discípulos y bastante gente» (10, 46); gente que, poco después, aclamará a Jesús como Mesías en su entrada a Jerusalén. Bartimeo, cuyo nombre, como dice el mismo evangelista, significa «hijo de Timeo», estaba precisamente sentado al borde del camino pidiendo limosna. Todo el Evangelio de Marcos es un itinerario de fe, que se desarrolla gradualmente en el seguimiento de Jesús. Los discípulos son los primeros protagonistas de este paulatino descubrimiento, pero hay también otros personajes que desempeñan  un papel importante, y Bartimeo es uno de éstos. La suya es la última curación prodigiosa que Jesús realiza antes de su pasión, y no es casual que sea la de un ciego, es decir una persona que ha perdido la luz de sus ojos. Sabemos también por otros textos que en los evangelios la ceguera tiene un importante significado. Representa al hombre que tiene necesidad de la luz de Dios, la luz de la fe, para conocer verdaderamente la realidad y recorrer el camino de la vida. Es esencial reconocerse ciegos, necesitados de esta luz, de lo contrario se es ciego para siempre (cf. Jn 9,39-41).
Bartimeo, pues, en este punto estratégico del relato de Marcos, está puesto como modelo. Él no es ciego de nacimiento, sino que ha perdido la vista: es el hombre que ha perdido la luz y es consciente de ello, pero no ha perdido la esperanza, sabe percibir la posibilidad de un encuentro con Jesús y confía en él para ser curado. En efecto, cuando siente que el Maestro pasa por el camino, grita: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,47), y lo repite con fuerza (v. 48). Y cuando Jesús lo llama y le pregunta qué quiere de él, responde: «Maestro, que pueda ver» (v. 51). Bartimeo representa al hombre que reconoce el propio mal y grita al Señor, con la confianza de ser curado. Su invocación, simple y sincera, es ejemplar, y de hecho –al igual que la del publicano en el templo: «Oh Dios, ten compasión de este pecador» (Lc 18,13)– ha entrado en la tradición de la oración cristiana. En el encuentro con Cristo, realizado con fe, Bartimeo recupera la luz que había perdido, y con ella la plenitud de la propia dignidad: se pone de pie y retoma el camino, que desde aquel momento tiene un guía, Jesús, y una ruta, la misma que Jesús recorre. El evangelista no nos dice nada más de Bartimeo, pero en él nos muestra quién es el discípulo: aquel que, con la luz de la fe, sigue a Jesús «por el camino» (v. 52).
San Agustín, en uno de sus escritos, hace una observación muy particular sobre la figura de Bartimeo, que puede resultar también interesante y significativa para nosotros. El Santo Obispo de Hipona reflexiona sobre el hecho de que Marcos, en este caso, indica el nombre no sólo de la persona que ha sido curada, sino también del padre, y concluye que «Bartimeo, hijo de Timeo, era un personaje que de una gran prosperidad cayó en la miseria, y que ésta condición suya de miseria debía ser conocida por todos y de dominio público, puesto que no era solamente un ciego, sino un mendigo sentado al borde del camino. Por esta razón Marcos lo recuerda solamente a él, porque la recuperación de su vista hizo que ese milagro tuviera una resonancia tan grande como la fama de la desventura que le sucedió» (Concordancia de los evangelios, 2, 65, 125: PL 34, 1138). Hasta aquí san Agustín.
Esta interpretación, que ve a Bartimeo como una persona caída en la miseria desde una condición de «gran prosperidad», nos hace pensar; nos invita a reflexionar sobre el hecho de que hay riquezas preciosas para nuestra vida, y que no son materiales, que podemos perder. En esta perspectiva, Bartimeo podría ser la representación de cuantos viven en regiones de antigua evangelización, donde la luz de la fe se ha debilitado, y se han alejado de Dios, ya no lo consideran importante para la vida: personas que por eso han perdido una gran riqueza, han «caído en la miseria» desde una alta dignidad –no económica o de poder terreno, sino cristiana –, han perdido la orientación segura y sólida de la vida y se han convertido, con frecuencia inconscientemente, en mendigos del sentido de la existencia. Son las numerosas personas que tienen necesidad de una nueva evangelización, es decir de un nuevo encuentro con Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1,1), que puede abrir nuevamente sus ojos y mostrarles el camino. Es significativo que, mientras concluimos la Asamblea sinodal sobre la nueva evangelización, la liturgia nos proponga el Evangelio de Bartimeo. Esta Palabra de Dios tiene algo que decirnos de modo particular a nosotros, que en estos días hemos reflexionado sobre la urgencia de anunciar nuevamente a Cristo allá donde la luz de la fe se ha debilitado, allá donde el fuego de Dios es como un rescoldo, que pide ser reavivado, para que sea llama viva que da luz y calor a toda la casa.
La nueva evangelización concierne toda la vida de la Iglesia. Ella se refiere, en primer lugar, a la pastoral ordinaria que debe estar más animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna. Deseo subrayar tres líneas pastorales que han surgido del Sínodo. La primera corresponde a los sacramentos de la iniciación cristiana. Se ha reafirmado la necesidad de acompañar con una catequesis adecuada la preparación al bautismo, a la confirmación y a la Eucaristía. También se ha reiterado la importancia de la penitencia, sacramento de la misericordia de Dios. La llamada del Señor a la santidad, dirigida a todos los cristianos, pasa a través de este itinerario sacramental. En efecto, se ha repetido muchas veces que los verdaderos protagonistas de la nueva evangelización son los santos: ellos hablan un lenguaje comprensible para todos, con el ejemplo de la vida y con las obras de caridad.
En segundo lugar, la nueva evangelización está esencialmente conectada con la misión ad gentes. La Iglesia tiene la tarea de evangelizar, de anunciar el Mensaje de salvación a los hombres que aún no conocen a Jesucristo. En el transcurso de las reflexiones sinodales, se ha  subrayado también que existen muchos lugares en África, Asía y Oceanía en donde los habitantes, muchas veces sin ser plenamente conscientes, esperan con gran expectativa el primer anuncio del Evangelio. Por tanto es necesario rezar al Espíritu Santo para que suscite en la Iglesia un renovado dinamismo misionero, cuyos protagonistas sean de modo especial los agentes pastorales y los fieles laicos. La globalización ha causado un notable desplazamiento de poblaciones; por tanto el primer anuncio se impone también en los países de antigua evangelización. Todos los hombres tienen el derecho de conocer a Jesucristo y su Evangelio; y a esto corresponde el deber de los cristianos, de todos los cristianos –sacerdotes, religiosos y laicos–, de anunciar la Buena Noticia.
Un tercer aspecto tiene que ver con las personas bautizadas pero que no viven las exigencias del bautismo. Durante los trabajos sinodales se ha puesto de manifiesto que estas personas se encuentran en todos los continentes, especialmente en los países más secularizados. La Iglesia les dedica una atención particular, para que encuentren nuevamente a Jesucristo, vuelvan a descubrir el gozo de la fe y regresen a las prácticas religiosas en la comunidad de los fieles. Además de los métodos pastorales tradicionales, siempre válidos, la Iglesia intenta utilizar también métodos nuevos, usando asimismo nuevos lenguajes, apropiados a las diferentes culturas del mundo, proponiendo la verdad de Cristo con una actitud de diálogo y de amistad que tiene como fundamento a Dios que es Amor. En varias partes del mundo, la Iglesia ya ha emprendido dicho camino de creatividad pastoral, para acercarse a las personas alejadas y en busca del sentido de la vida, de la felicidad y, en definitiva, de Dios. Recordamos algunas importantes misiones ciudadanas, el «Atrio de los gentiles», la Misión Continental, etcétera. Sin duda el Señor, Buen Pastor, bendecirá abundantemente dichos esfuerzos que provienen del celo por su Persona y su Evangelio.
Queridos hermanos y hermanas, Bartimeo, una vez recuperada la vista gracias a Jesús, se unió al grupo de los discípulos, entre los cuales seguramente había otros que, como él, habían sido curados por el Maestro. Así son los nuevos evangelizadores: personas que han tenido la experiencia de ser curados por Dios, mediante Jesucristo. Y su característica es una alegría de corazón, que dice con el salmista: «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (Sal 125,3). También nosotros hoy, nos dirigimos al Señor, Redemptor hominis y Lumen gentium, con gozoso agradecimiento, haciendo nuestra una oración de san Clemente de Alejandría: «Hasta ahora me he equivocado en la esperanza de encontrar a Dios, pero puesto que tú me iluminas, oh Señor, encuentro a Dios por medio de ti, y recibo al Padre de ti, me hago tu coheredero, porque no te has avergonzado de tenerme por hermano. Cancelemos, pues, cancelemos el olvido de la verdad, la ignorancia; y removiendo las tinieblas que nos impiden la vista como niebla en los ojos, contemplemos al verdadero Dios…; ya que una luz del cielo brilló sobre nosotros sepultados en las tinieblas y prisioneros de la sombra de muerte, [una luz] más pura que el sol, más dulce que la vida de aquí abajo» (Protrettico, 113, 2- 114,1). Amén