Alfonso María de
Ligorio no se quedaba atrás en su enérgico temperamento y otros, en apariencia
pusilánimes, eran portadores de admirable virtud, silenciosa, escondida, como
la de Teresa de Lisieux o la de María Fortunata Viti a costa siempre de una
ofrenda de sí mismos y de estar volcados en las necesidades de los demás.
SANTOS, PESE A TODO
Y A TODOS
En medio de los
contratiempos y vicisitudes, no volvieron la vista atrás
Por Isabel Orellana
Vilches*
ZENIT.org
En la festividad de
Todos los Santos recordamos a quienes abrieron sus brazos de par en par a
Cristo creyendo que eran llamados por Él e invitados a seguirle con sus
debilidades, vacilaciones, miedos y dudas. Recordamos que todos estamos
llamados a la santidad y que para recorrer este camino recibimos la gracia que
nos basta.
Ese elenco de
hombres y mujeres, niños y ancianos que hicieron de su peregrinaje por este
mundo una hermosísima epopeya de amor, salen a nuestro encuentro con sus
vicisitudes particulares para mostrarnos que hoy, como siempre, la santidad es
posible.
En el pasado las
hagiografías tendían a magnificar la vida de un dilecto hijo de Dios reflejando
hechos a veces casi novelescos como por ejemplo resaltar el inesperado tañido
de campanas que acompañaron el momento excepcional de un nacimiento, o la
negativa a ingerir la leche materna todos los viernes en signo de penitencia,
entre otras apreciaciones que no tienen fundamento.
Con ello quería
ensalzarse la santidad por vías equívocas ya que los signos extraordinarios no
son requisito imprescindible para rubricar la santidad de nadie. Son gracias,
bendiciones que Dios otorga libremente y que no todos reciben.
Por fortuna esa
tendencia literaria en la actualidad es inexistente. El rigor y la crítica se
imponen a la hora de examinar la trayectoria biográfica de los que han
entregado su vida a Dios.
Y la realidad de la
misma permite ver la santidad como algo factible y cercano por haber superado a
fuerza de caridad, humildad y obediencia sus deficiencias, por haber hecho de
la fe su baluarte, por haberse abrazado con gozo a la cruz. Se fortalecieron
día a día en sus personales combates; eso es lo conmovedor, lo que edifica. Son
una suma de gracia y de voluntad, algo accesible para cualquiera.
Muchos quedaron
sorprendidos de una elección divina en la que jamás pensaron, viviendo ese
hecho como un misterio, como un don que se derramaba sobre ellos a pesar de las
debilidades que apreciaban en su acontecer.
Otros se negaron a
contemplar de antemano una opción de vida que conlleva una altísima dosis de
generosidad como Andrés Fournet que se aventuró a decir que nunca sería ni
religioso ni sacerdote, lo contrario de lo que fue su vida.
En el camino todos
sufrieron el duro envite de sus tendencias y tuvieron que hacer acopio de
paciencia perseverando en la lucha ascética que iba a convertirlos en doctores
de la vivencia de esa virtud opuesta al defecto que les dominaba.
Francisco de Sales y
Vicente de Paúl doblegaron su fuerte carácter. El primero, conocido como el
“santo de la dulzura” fue ejemplo para el segundo que no dudó de que podría
cambiar, si aquél lo había logrado.
Alfonso María de
Ligorio no se quedaba atrás en su enérgico temperamento y otros, en apariencia
pusilánimes, eran portadores de admirable virtud, silenciosa, escondida, como
la de Teresa de Lisieux o la de María Fortunata Viti a costa siempre de una
ofrenda de sí mismos y de estar volcados en las necesidades de los demás.
En no pocas
ocasiones los santos y santas, beatos y beatas determinaron seguir el sendero
de la santidad frente a la oposición familiar como Estanislao de Kostka, Kateri
Tekakwitha y Juan Berchmans.
También lo hicieron
a pesar de las apreciaciones negativas ajenas que se cernieron sobre ellos
juzgándolos poco menos que casos imposibles para la vida que iba a llevarlos a
la santidad como José de Cupertino, Gerardo María Mayela, Juan María Vianney,
Germana Cousin, Hermann Reichenieu, Pedro Donders y Josefa María de Santa Inés.
Ellos, entre otros,
tenían rasgos que el juicio humano, ramplón, equívoco, sesgado, consideró
lejanos a los parámetros que debería poseer el santo. A la conciencia de sus
imperfecciones que todos tuvieron, se añadían angustia, soledad e incomprensión
de quienes les rodeaban dentro y fuera del convento, si era el caso, y tuvieron
que lidiar con falsas acusaciones, pruebas y tentaciones de diverso calado
suscitadas a veces por personas de su entorno. Hubo muchos a quienes no faltó
la insidia del diablo.
Pero lo que
verdaderamente edifica es que en medio de los contratiempos y vicisitudes, de
la gravedad de las circunstancias, no volvieron la vista atrás. Su personalidad
quedó enriquecida al transfigurarse en Cristo para mostrar al mundo la fuerza
que Él había impreso en sus características peculiares.
Con gozo, felicidad
y el sentido del humor, como el de Felipe Neri o Pier Giorgio Frassati, la
intrepidez y el ardor apostólico sellando su espíritu, multiplicaron con creces
los talentos que Dios les otorgó.
Y ahí están clamando
a los cuatro vientos cómo se materializa la promesa de Cristo, que ha venido
para sanar a los pecadores, de dar a quien le siga el ciento por uno aquí en la
tierra y luego la vida eterna.
* Isabel Orellana
Vilches, misionera idente, nació en 1951 en Ejulve, Teruel, España y vive en
Málaga. Es doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona y su
tesis versó sobre Realismo y progreso científico en la epistemología
popperiana. Su actividad docente es amplia desde 1986, y ha publicado numerosos
libros: Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana,
Universitat Autònoma de Barcelona, 1993; El evangelio habla a los jóvenes,
Editorial Atenas, Madrid, 1997; Qué es... LA TOLERANCIA, Ediciones Paulinas,
Madrid, 1999; Pedagogía del dolor. Ensayo antropológico, Editorial Palabra,
Madrid, 1999; En colaboración con Enrique Rivera de Ventosa (†) OFM. Cap. San
Francisco de Asís y Fernando Rielo: Convergencias. Respuestas desde la fe a los
interrogantes del hombre de hoy,Editorial Universidad Pontificia, Salamanca,
2001; La "mirada" del cine. Recursos didácticos del séptimo arte.
Editorial Librería Cervantes, Salamanca, 2001; Paradojas de la convivencia,
Editorial San Pablo, Madrid, 2002; En la Universidad Técnica Particular de
Loja, Ecuador, ha publicado: La confianza. El arte de amar, 2002; Educar para
la responsabilidad, 2003; Apuntes de ética en Karl R. Popper, 2003; De
soledades y comunicación, 2005; Yo educo; tú respondes, 2008; Convivir: un
constante desafío, 2009; La lógica del amor, 2010; Humanismo y fe en un crisol
de culturas, 2008. Repensar lo cotidiano, 2008 El dolor del amor. Apuntes sobre
la enfermedad y el dolor en relación con la virtud heroica, el martirio y la
vida santa. Ed. Seminario Diocesano de Málaga, 2006. Cuenta con numerosas
colaboraciones en obras colectivas, así como cuentos, relatos y novela juvenil.
También es autora de la biografía del fundador de su familia espiritual:
"Fernando Rielo Pardal. Fundador de los Misioneros Identes, Desclée de
Brouwer, Bilbao, 2009.